Abismos Interiores



Pensando en estos temas de destrucción personal, crímenes y demás cometidos por personas con educación, formación, oportunidades superiores al promedio, llego a la conclusión de que los abismos del mal no están afuera propiamente: los llevamos dentro. Todos y cada uno de nosotros es capaz, en las debidas circunstancias, de llegar a los abismos de maldad y perversión que cualquier otro ser humano haya alcanzado. Estos abismos nos llaman a todos, nos corroen, y, si los dejamos avanzar, destruyen nuestra vida y las de quienes nos rodean. Llevamos un monstruo dentro en duro combate con los anhelos y esperanzas de bienestar, de progreso, de paz, de plenitud que también llevamos dentro. Pero no se necesita ser especialmente malo, ni pobre ni abandonado para caer en esos abismos. Basta con dejarse llevar... Poco a poco. El rencor, los deseos de venganza, la rabia, el miedo y la culpa de lo que hayamos hecho y tratamos de esconder, la codicia, la envidia, la soledad que implican los primeros actos equívocos que nos llevan a mentir y van formando en nosotros la costra de la hipocresía, nos van arrastrando a estos abismos hasta que llega un momento en que no nos reconocemos a nosotros mismos; entonces construimos una apariencia que nos aísla, un mundo ficticio donde asumimos una personalidad distinta de nuestra verdadera realidad rota o afectada por nuestros actos y heridas. Nos volvemos héroes de papel.

¿Acaso hay alguien que no se sienta especial? ¿Mejor, más generoso, más fuerte, más honesto, más sabio que los demás? No nos hagamos ilusiones: nada de esto es cierto. Somos héroes de papel que no aguantan un soplo. En realidad solo somos lo que nuestros actos y nuestras huellas muestran, quizás lo que los demás ven en nosotros, no lo que creemos ser: más mezquindad que generosidad, más fracasos que éxitos, más cobardía que valor, más mentira que verdad, más odio que amor... Y eso es lo que enviamos al mundo; de eso, de nuestra interioridad, es de lo que está hecho ese mundo que nos repugna y del cual protestamos y hacemos huelgas, plantones, caminatas, gritamos y criticamos por Internet. Atacamos fuera lo que llevamos dentro; queremos luchar fuera contra lo que vamos construyendo poco a poco y sin darnos cuenta. Un poco absurdo.

¿Habrá respuestas? Pues yo diría que las hay para quien esté dispuesto (y en condiciones) de cambiarse a sí mismo como punto de partida, antes de salir a protestar. Para quien esté dispuesto a ser mejor, a salir de los abismos y vicios en que haya caído, a aprender tolerancia, generosidad, entrega, a quien pueda abrazar la verdad cuando la vea así le revele la oscuridad de su propio interior, sin atacar ni agredir a quien se la muestre; a quien se de cuenta de que su mejor amigo es quien le enseña sus debilidades y fracasos y no quien le aplaude sus éxitos de mentirillas. A quien es capaz de desnudarlo afrontando el riesgo de la agresión, rechazo y ostracismo con que castigamos a quien nos muestre la verdad, nuestra propia verdad escondida detrás de nuestro disfraz.

Luego, si logramos salir de los abismos en que hayamos caído, podríamos ir a protestar. O a construir un mundo mejor.

Herza Barzatt.


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