AGRADECER
Fíjense: la gratitud no puede ser solo un sentimiento, un me siento agradecido pero no tomo acción al respecto. Esta sería una falsa gratitud. Es decir, el recibir de forma gratuita produce una especie de desequilibrio, no solo en relación con el otro sino, quizás, con la existencia misma. Un “yo debo”. Para restaurar este equilibrio hacen falta actos concretos. Por decirlo de alguna manera “el desequilibrio” del amor recibido solo se restaura y nos lleva a un nuevo nivel, si respondemos con amor. De otra forma quedaría una deuda. Es más fácil aún de ver si lo recibido es un favor, dinero, atención, respeto, etc. Solo al devolver lo recibido restauramos el equilibrio y hacemos que la relación, y las dos personas, crezcan.
Por eso no basta ni con el sentimiento ni con las palabras; no basta con un “me siento agradecido”. Son necesarios hechos reales que devuelvan lo recibido, que restauren el equilibrio. De otra forma lo que se genera, de forma casi absurda, es resentimiento de quien recibió hacia quien dio.
Es fácil verlo.
Analizando el tema desde la parte negativa ocurre algo similar: se produce un desequilibrio (una deuda) cuando recibimos una ofensa, una agresión o un ataque, un robo, una calumnia, un daño inmerecido. Ahora, aunque la sensación inicial es la de que esta deuda (igual que la positiva) solo se salda devolviendo lo recibido, se produce el fenómeno contrario: si devolvemos lo negativo con algo negativo (se llama venganza), como en el ojo por ojo y diente por diente, no solo no se restaura el equilibrio sino que se ahonda y se crea un abismo que nos separa y lastima aún más. Separa del otro, de la vida, de nosotros mismos y de Dios, y aumenta el ansia de venganza, un ansia que no se sacia ya nunca. Por eso la única forma de saldar esta deuda, recuperar el equilibrio y por ende la paz, es el perdón.
¿Y que pasa cuando es uno el que ha faltado? ¿El que ha ofendido, agredido, robado, etc, produciendo ese desequilibrio en sentido contrario? Ya lo hemos visto antes pero es necesario ratificarlo: es necesario obtener el perdón y, además, reparar el daño causado. Esto es indispensable. Aún si el otro, por su nobleza o en búsqueda de equilibrio nos ha perdonado, nuestro propio equilibrio depende entonces de reparar y devolver.
Para pensar... y practicar.
Herza Barzatt
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