COMO SE HACE UN ATEO PARA DUMMIES PARTE II
Hace algunas semanas hablé de la primera causa que, en mi opinión, hace que una persona se vuelva Atea: el esconder el mal que uno haya hecho. Hoy quiero hablar de una segunda, aunque tengo otras que les comentaré más adelante.
Se te muere un ser querido y no entiendes; el dolor es tan grande, sientes que se te va el aliento, que no puedes vivir. Piensas: tenía tanto que vivir, tanto por construir, tanto por hacer, tanto por dar. Oraste por esa persona, le pediste a Dios que no se la llevara y aún así, se la llevó. No entiendes por qué... no quieres entender. El vacío que esa persona dejó en ti y en el resto de seres que la querían, es tan grande que no puedes entender como Dios quiso que esto sucediera. Te vuelves contra Dios, lo niegas, te escondes, te vuelves ateo.
Hace 4 años murió mi amiga-hermana de infancia. Cuando nací, ella ya estaba ahí; fue mi amiga en el colegio, fue mi compañera de madrugadas a golf, era la persona que más admiraba, la mujer más sonriente y carismática, no había persona que no la quisiera; era generosa, amigable, bondadosa, pensaba en los demás y buscaba hacerlo sentir bien a uno. Pao Torres era la mujer con la sonrisa más linda del mundo. Murió a las 22 años. Aunque no entiendo bien por qué Dios se la llevó tan temprano, pienso si fue para que este mundo no le hiciera daño, para que su corazón de oro no se oscureciera. No sé, pero hoy pienso que se la llevó temprano porque la amaba, aunque a todos los que la quisimos nos dejó un vacío que nada puede llenar, un dolor que es como un llamado permanente, un llamado a encontrarnos con ella; y en ella con Él: nuestro Padre.
Ahora la busco en el aire, en el viento creo escuchar su voz... pero ya no está. Aún así, a pesar de mis lágrimas, sé que Pao está en el mejor lugar, en la presencia de Dios, en la plenitud. Siento que mi fe en Dios es más grande que antes, que este dolor se ha vuelto llamado a la eternidad, que no se irá nunca hasta que la vuelva a encontrar.
En la casa de mi Padre. Esa es mi confianza. Esa es mi fe.
María Paula Gallegos V.
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